Cuando la Perra Rubia rompió mi corazón hace 10 años, juré dos cosas.
Uno: Yo nunca perdería mi tiempo amando a alguien otra vez.
Dos: Yo nunca tendría nada que hacer con la Perra Rubia de nuevo.
Cuando llegué a la marca 736, rompí el primer juramento. En el minuto en que vi a Blair, en el segundo en que nuestros ojos se encontraron, en el micro segundo en que la saboreé en mi boca, supe que ese era el juramento que tenía que romper. Pero el segundo juramento, ese lo mantendría.
Tenía control sobre ese juramento.
Pero no podía estar más equivocado.
Por qué el destino tenía otros planes en mente. El destino estaba haciendo una broma cruel y yo era su blanco.
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