“Eres mía. Desde el minuto en que te dije que separaras las piernas y lo hiciste, tú eras mía. Cuando te dije que rogaras y lo hiciste, tú eras mía. Cuando pusiste tus manos detrás de tu espalda sin indicártelo, te poseía.”
No. Dios, no.
Mi nombre es Monica, y no importa lo que Jonathan diga, no soy sumisa.
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