
Pero Hundreds Hall ya no es más que la sombra de sí misma. La señora Ayres aún es una señora elegante, aunque viva entre paredes desconchadas. Roderick, su hijo, ha vuelto de la guerra enfermo de los nervios. Se ocupa como puede de la casa y va vendiendo las tierras. Su hermana Caroline, excéntrica y masculina, y no desprovista de encanto, ha tenido que volver a Hundreds Hall para ayudarlo. Pero los Ayres han llamado al doctor Faraday para que se ocupe de Betty, la joven criada que quizá sólo está enferma de miedo. Y aunque nadie la cree, en la mansión se oyen ruidos inexplicables y se ven sombras fugaces, y las cosas más familiares pueden volverse perversas...
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