Griffin Quinn era mi amigo por correspondencia de la infancia, el niño británico que no podría haber sido más diferente a mí. Con los años, a través de cientos de cartas, nos hicimos mejores amigos, compartimos nuestros secretos más profundos y oscuros, y formamos una conexión que jamás pensé que podría romperse.
Hasta que un día lo hizo.
Y entonces, de la nada, llegó una carta nueva. Una mordaz... una con ocho años de ira acumulada. No tuve más remedio que finalmente aclarar por qué dejé de escribir.
Griffin me perdonó, y de alguna manera pudimos reavivar nuestra conexión de la infancia. Solo que ahora éramos adultos, y esa conexión se había convertido en una chispa. Nuestras cartas pasaron rápidamente de divertidas a coquetas y francamente obscenas, revelando nuestras fantasías más salvajes. Así que, solo tenía sentido que lleváramos nuestra relación al siguiente nivel y nos viéramos en persona.
Solo que Griff no quería un encuentro. Me pidió que confiara en él y dijo que era lo mejor. Pero quería más (más de Griff, en carne y hueso), de modo que me arriesgué y fui a buscarlo. La gente ha hecho cosas más locas por amor.
Pero lo que encontré podría cambiarlo todo.
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