Era un portento en la sala de juntas…¡y en el dormitorio!
El dinámico y guapísimo millonario de Sidney Mitch Stuart sería presidente del imperio de su familia en dos semanas, y no podía permitirse ninguna distracción.
Vanessa Craig trabajaba duro para mantener su negocio a flote, aunque no podía evitar interesarse más por las mascotas de su tienda que por el dinero del banco. Mitch se ofreció a ayudarla del único modo que sabía: financieramente. Pero los cautivadores besos de Vanessa amenazaban su norma principal: no mezclar nunca los negocios con el placer.
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