Ox tenía doce años cuando su padre le enseñó una lección muy valiosa. Dijo que Ox no valía nada y que la gente nunca lo entendería.
Entonces se fue.
Ox tenía dieciséis años cuando conoció al chico en el camino, el chico que hablaba, y hablaba, y hablaba. Ox se enteró después de que el chico no había hablado en casi dos años antes de ese día y que el chico pertenecía a una familia que se había mudado al final del camino.
Ox tenía diecisiete años cuando averiguó el secreto del chico y el mundo se tiñó a su alrededor de rojo, naranja y violeta, de Alfa y Beta y Omega.
Ox tenía veintitrés años cuando el crimen llegó a la ciudad e hizo un agujero en su cabeza y su corazón. El chico salió a perseguir al monstruo, con venganza en sus ojos rojo-sangre, dejando a Ox detrás para recoger los pedazos.
Pasaron tres años desde ese fatídico día y el chico volvió.
Excepto que ahora es un hombre y Ox ya no puede ignorar más la canción que aúlla entre ellos.
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